Porque su mirada no era sobre el pasado, sino sobre la naturaleza humana. Orwell comprendió que el control no necesita cadenas, sino miedo, y que la verdad es revolucionaria cuando todos mienten.

En el universo de Orwell, el lenguaje es poder: quien controla las palabras, controla el pensamiento. La *neolengua* no elimina ideas; elimina la posibilidad misma de pensarlas.

Era un optimista desgastado por la verdad. Creía que la claridad, la escritura y la honestidad podían defender al ser humano incluso en la oscuridad. Su esperanza no era ingenua: era resistencia.