Pálida luz en las colinas

La narradora repasa conversaciones, paseos junto al río, planes de futuro y silencios incómodos en una ciudad que intenta rehacerse tras la bomba. Pero a medida que avanza el relato, el lector sospecha que algo no encaja del todo: hay huecos, omisiones, hechos que quizá no ocurrieron como se cuentan. Ishiguro convierte una historia aparentemente sencilla en un laberinto psicológico sobre la culpa, la maternidad y la forma en que torcemos los recuerdos para poder seguir viviendo.